martes, 17 de agosto de 2010

De la llegada de un Desconocido

De las Viluas Sagradas
Autor desconocido

Sucedió en alguna época, que un pertrecho paisano (cuya historia aquí no se relata), fue vislumbrado en el camino del Templo. Incluso a la distancia, notábase su deplorable estado, desecho de sed y hambre, y solo parado a fuerza de voluntad y un viejo báculo de madera. Percatandose de esto, acólitos y huespedes del Templo partieron raudamente en su busqueda.
Sintiendose visto, el paisano finalmente relajó la mente, y derrumbóse sobre el camino. Ya no recordaba hacía cuanto que su cuerpo le suplicaba descanso.
Más tarde, en la tertulia, esta acción sería comparada a las personas que se encuentran bajó grandes cantidades presión, que al ser libres de todo compromiso, recaen en las más viles enfermedades y dolencias.

El desconocido se encontraba totalmente raquítico. Su piel apestaba y tenía un tinte cadavérico. Jadeaba con el silbido de los moribundos y el penetrante olor que despedía parecía inundar los ambientes en segundos, devastando cualquier indicio de vida a su alrededor. Las plantas parecián marchitarse en su presencia y los alimentos poco duraban antes de entrar en la más avanzada putrefacción. La unica porción de vida que parecía estar a gusto con el recien llegado era una parva de moscas que no lo abandonaba en ningun momento. Esto causó que fueran escasos los que se acercaron al recien llegado. Algunos habitantes del templo incluso sugerían devolvero al camino Su lógica indicaba que ese olor solo podíá ser la amenaza del no-equilibrio cayendo sobre el Templo. Despectivamente, lo apodaron Belcebú, Señor de las Moscas, debido a los insectos que pululaban continuamente a su alrededor. Los acólitos, de corazon puro y de mayor bondad y devoción fueron los únicos que lo defendieron y aceptaron encargarse de él.

En un vano intento de devolverle la vida, aplicaron todo su milenario conocimiento de medicina sobre el recien llegado.Sin embargo, parecía un caso perdido. Las complicaciones solo crecían con el tiempo, los estertores se volvían más violentos y bruscos y el enfermo no aceptaba ingesta alguna de alimentos o medicinas. Se lo lavó y purificó regularmente con aceites de lino y girasol, pero el efecto del mismo parecía desvanecerse en cuestión de segundos para dar paso a el hedor putrefacto que caracterizaba al recien llegado. Se intentaron sesiónes de vapor en cantidades nunca antes alcanzadas, pero el cuerpo del enfermo parecía rechazar al mismo con la misma facilidad con la que el sol rechaza la noche. Se intentó también untar curcumina en su cuerpo, pero nada fue logrado excepto acentuar el tinte amarillento de la piel del desconocido. En un intento de dar con la solución final, los acólitos se congregaron en su totalidad,(suceso que no acontecía desde la partida de Musa ibn Maymun o Maimónides), y decidierón hacer llevar a cabo una meditación másiva en un intento de brindarle la energía suficiente para salir de su trance.
Ahora bien, sucedía que los más desconfiados habitantes del Templo, no permitían que el forastero fuera sacado de su habitación por miedo a que su hedor perturbara a la eterna y sagrada Parra. Y debido a que todos los acólitos no cabían en la habitación del enfermo, se construyó especialmente para la ocasión una serie de estantes gigantes que se colocaron a lo largo de las paredes del cuarto y a lo largo de ellos, los acólitos en sus diversas posiciones de meditación. La imagen del cuarto con sus cuatro paredes enmarcadas con más de doscientos (infinitos) acólitos alineados, desde el piso hasta el altisimo techo fue memorable hasta tal punto que a partir de que el forastero la abandonara, sería conocida como "La Habitación de las Paredes Sembradas de Gente". Se cuenta que en los primeros momentos, la energía circundante era de magnitudes enormes y que la presencia de la misma Parra se sentía en la habitación. Pero la exposición a largo plazo al hedor del forastero y el constante silbido de las moscas, fueron suficientes para introducir en el ambiente un solo pensamiento de mal augurio, que en la reverberación energética fue magnificado y ensanchado hasta ocupar la mente de todos los acólitos, quienes en su estado de profunda meditación no pudieron hacer nada para evitarlo. Una nube negra se cernía sobre todos ellos y no hacía más que crecer dentro de sus mentes.
Semejante cantidad de energía en este estado inestable, bien podría haber tenido resultados catastróficos de no ser por la oportuna intervención de la gloriosa y benevolente Parra Ecléctica, que con solo una caricia de su infinito poder, restauró a los acólitos a la vigilia, quienes sorprendidos y obnubilados por lo sucedido, sintieron que una rama los había rescatado del infinito abismo de oscuridad. Luego del episodio, decidieron consternados no volver a aunar semejante cantidad de poder. No se percataron sin embargo de lo que su energía había creado en los primeros momentos de pureza, debajo de la cama del forastero, había nacido algo que más tarde cambiaría el futuro de todos.

Ante la continua falta de resultados y ya casi resignados con el forastero, decidieron los acólitos pedir la ayuda de uno de los imperturbables Altos Chamanes. Cuando esté se presentó ante la habitación del enfermo, el más respetuoso silencio reinaba sobre todos los presentes. Fue la primer persona en cruzar el portal y no inmutarse ante el hedor. Simplemente se dirigió decidido ante el lecho del forastero y extendió su brazo. Tras mantener por unos segundos su mano sobre la frente del extranjero, dijo con voz profunda: "Hace más tiempo del que nosotros podemos concebir que este hombre vaga por el mundo en busca de lo que aqui ha halladó. El mal que lo aqueja no es bajo ningun punto de vista una enfermedad, simplemente está desgastado, y necesita descansar"
No mentía.

Al no haber despertado por días los acólitos habían asumido que el hombre portaba alguna enfermedad que lo estaba consumiendo. No se percataron que el único mal que lo aquejaba era la fatiga.

Y el unico remedio era la más básica y ancestral de las curas de la humanidad. El descanso. El sueño.

Fue así que las estaciones sucedieron una y otra vez, y el Templo vió varias primaveras mientras el extranjero dormitaba en sueños revueltos. Su cara paulatinamente perdió la expresión de desolación con la que había llegado y lentamente recobraba un sereno temple de paz interior.

En total, más de doscientas hectareas de girasol y lino fueron necesarias para las abluciones de aceite en el forastero de a poco surtieran efecto sobre el hedor inicial y la regular inundación de vapor de la habitación, parecía haber restaurado los pulmones del desconocido al silencio más fuerte nunca escuchado en el Templo
En cuanto a las moscas, se rehusaban a abandonar la habitación. Todo tipo de animales fue introducido con la intención de librarse de los insectos, pero a pesar de que parecían devorarse hasta la ultima mosca, siempre quedaba un silbante remanente. Los gatos Guardianes de la Parra Eclectica, fueron los responsables de eliminar todas las moscas remanentes excepto una que fue imposible de cazar. La persiguierón por toda la habitación hasta que se fue a posar sobre una de las blancas mejillas del forastero. No se sabe si fue instinto o reflejo, pero quiso el destino que en este momento el desconocido reaccionara con una increible agilidad y se abofetara en la propia cara para matar el insecto. Ante la incredulidad de todos los presentes, esto lo hizo despertar.
A lo largo de los años todos los acólitos se habían entretenido dejando a la imaginación tomar largos caminos y conjeturando en diferentes posibilidades acerca del origen del forastero. Habían hecho también diferentes conjeturas sobre que sería lo primero que haría despues de dormir años. Libros enteros fueron escritos con los diferentes relatos y sueños de los acólitos, que encontraron una excusa para pensar en sus delirios e historias hechos realidad en el cuerpo de este desconocido que habían aprendido a querer y estimar. De manera que su despertar era un acontecimiento que algunos esperaban con gran expectancia y otros aborrecían tremendamente, esperando que la transición entre el sueño y la muerte fuera un imperturbable sueño tranquilo, convirtiendo a sus propias historias en realidad.
Fue así entonces que, mientras todos los ojos presentes descansaban sobre él, el forastero finalmente habló.

De lo que dijo, aquí no se cuenta nada.

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