lunes, 5 de julio de 2010

De los sentimientos y su dominio

   Del Antiguas Viluas 
   Atribuido a Hermes Trismegistus


Mientras la habitual tertulia arrastraba la tarde debajo de la Parra Ecléctica, la cotidiana atmosféra de meditacion e instrospeccion que se acostumbra vivir a la sombra de las sagradas hojas, se vió subitamente interrumpida por el argumento que estaban sosteniendo un monje fransiscano con un devoto sij. La inhabilidad del fransiscano de expresar claramente sus argumentos en sanscrito, sumada a la irritación que causaba en el sij que su interlocutor insistiera en personificar la energia creadora en un tal Deva, habia hecho que ambos se irguieran y estuvieran dando salvajes alaridos en sus respectivos idiomas, plenamente conscientes de no estar ni escuchandose ni entendiendose, pero con la esperanza de que sus fuertes alaridos, serían argumentos suficiente para convencer al otro de la veracidad de sus argumentos.
Cuando todo el patio del Templo llevaba ya casi media vela contemplando la situación, todos fueron se vieron repentinamente sumidos en la mas pura luz. Y lo supierón.
La Parra estaba por hablar.

Con esa voz que solo se siente en el alma, pero no se escucha, la Parra dijoles a los presentes:


¿No es cierto acaso que nuestros ojos colorean lo que vemos?
desde el último ocaso y hasta la primera luz

innumerables son acaso 
las religiones y filosofías,
(que dicho sea de paso
solo difieren en nomenclaturas)
que de la subjetividad han elaborado diatribas
innecesario es, oh encolerizados llegar a estas alturas

la mayoría olvida,

el gran control que sobre esta subjetividad ejercemos

son pocas en la vida
las cosas sobre las cuales poca influencia poseemos
recordad siempre, 
que aunque las circunstancias de dominio escapen
alma, cuerpo y mente
vuestros permaneceran, aunque oscuridad los tape

Tras esa tarde, el monje fransiscano y el sij, dos años seguidos permanecieron discutiendo parsimoniosamente, hasta que finalmente el el sij hubo de partir. En ningun momento el concenso pareció asomarse en el horizonte. Pero en ningun momento les importó
Tras dos años de conversar, sus corazones habían acercádose enormemente, y ahora conocían entonces,  la gloria de la amistad.Y era con gran dolor que ahora se despedían. Pero con gran regocijo en sus corazones ya que ahora, realmente se conocían.


En 1169, el Deán Santiago de la Catedral de los Eternos Diamantes, incluyo en su traducción de esta Vilua el siguiente comentario:

 Aunque no pueda cambiar la dirección del viento, puedo ajustar mis velas para siempre llegar a destino.
Alabada sea la Parra

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